-Si querida, estamos bien, quédate tranquila. Tu mamá y yo ya cenamos, hasta mañana – y cortó la comunicación.
Decidí volver a mi antigua casa y pasar un tiempo con él, estaba inquietándome su forma de actuar.
La primera noche de mi regreso, luego de acostarme, empecé a oír la conversación de mis padres que llegaba desde su habitación.
Me levanté y fui hacia la puerta de aquél cuarto con el pecho oprimido. Mi padre estaba solo. ¿Estaríamos desquiciándonos? Yo había reconocido perfectamente la voz de mi madre.
Casi sin dormir, me levanté a preparar el desayuno. Para mi sorpresa, ya estaba la mesa preparada y en el centro la torta que sólo mi madre cocinaba, sólo ella, con ese aroma tan particular.
-¿Papá, de donde sacaste esta torta?
-¡Clari, la hizo tu madre, como siempre!
Era hora de consultar con un psiquiatra, nos estábamos volviendo locos, sin la menor duda, los dos.
Hacía tres días que permanecía inmóvil, con los ojos cerrados. Apenas se percibía el movimiento corto y lento de su respiración porque se movía la fina tela de la sábana que lo cubría. Yo estaba junto a su cama, inmóvil también, mirando a aquél hombre querido que en otoño cumpliría setenta y cinco años.
De pronto abrió los ojos y me preguntó:
-¿Sentís el olor del perfume?
-¿Qué perfume papá?
-El que usaba tu madre.
Y puedo jurar que entonces empecé a sentirlo.
Si, era inconfundible, el aroma especial del perfume que ella usaba.
Miré instintivamente hacia la cómoda y vi el frasco abierto, que momentos antes podría asegurar que no estaba.
-Si papá- dije- siento el olor del perfume. Seguramente ella vino a buscarte.
Cristina Kovacevic
La muerte y la vida se equilibran y se mezclan con la vulnerabilidad de los humanos que se resisten a lo inevitable.Brillante tu relato
ResponderEliminarCristina, sublimaste en palabras un momento inevitable, pienso que es lo que puede ocurrir cuando se comparten muchos años...
ResponderEliminarGracias por los comentarios, son como plumitas suaves que se van agregando a las alas...
ResponderEliminarUna alegoría que redime el temor a la muerte. Muy bello. Cristina.
ResponderEliminarConmovedor relato, como todo lo que escribis bellisimo!!!!
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