Nuevo Taller

Todo nuevo:Horarios , días y temática. Lugar:Corrientes 328. Local 4. Días Martes 18hs Sábado a las 10 y posiblemente el viernes a las 18 para ¡principiantes!. En los dos primeros el motivo o línea conductora de este año será Cortázar . Junto a él iremos transitando los secretos de la escritura. Espero vuestra presencia y estimaré muchísimo su divulgación. Comenzamos el martes 11 de marzo a las 18.































jueves, 25 de febrero de 2010

Definición de taller

Taller

(Del fr. atelier).

1. m. Lugar en que se trabaja una obra de manos.

2. m. Escuela o seminario de ciencias o de artes.

3. m. Conjunto de colaboradores de un maestro.

. Así se define en la página del diccionario de la Real Academia Española .La segunda acepción es aplicable para nuestro taller ya que, a la manera de una escuela de artes, me gusta en cada encuentro, dejarle a sus integrantes una técnica, un saber nuevo. La tercera definición los involucra a Uds. : Ana María, Emilio, Cristina, César, Alicia, Miguel, Liliana, Herodes, Carmen, Rita y Gladis; y me detendré en la primera: Lugar en que se trabaja una obra de manos. Suena extraña esta expresión… obra de manos. Pienso en una escultura, una pintura y porqué no una narración. El cerebro da la orden, la mano escribe y una/o puede decir manos a la obra.

A partir de ahora el taller entero volcará en este blog sus producciones. Los lectores y lectoras podrán ver como se desarrolla un taller por dentro, como se interpretan las diferentes consignas, como se aplican las técnicas de este oficio mágico, que tiene más de oficio que de magia, que es el arte de narrar.

sábado, 20 de febrero de 2010

Arena con historia

Con la urgencia de la primera vez no pude contar que el taller “El libro de arena” nació en el año 2001 en Fisherton, barrio verde de la ciudad de Rosario, en el ámbito de un salón de una escuela, cuyos directivos me cedieron gentilmente. De allí pasó a la Biblioteca Popular del mismo barrio. Como si fuera un taller rodante se fue para el centro de la ciudad. Una prestigiosa librería le abrió sus puertas y en la actualidad otra lo recibe prestándonos un precioso laberinto de libros para desarrollar los encuentros.

Es la librería Buchín. Marcos y Mariana brindan el lugar y su calidez ayuda a sentirse como en casa.

El taller está abierto de Enero a Enero. En él se respira la libertad, los compartires de lecturas de autores de la literatura universal, la apropiación de herramientas para mejorar la escritura y la posibilidad de producir textos a partir de consignas motivadoras.

¿Porque hablé primero de libertad? Gianni Rodari, excelente periodista y escritor italiano explica en el prefacio de su libro “La gramática de la fantasía” el valor liberador de la palabra. Dice “el uso de la palabra para todos” me parece un buen lema, de bello sonido democrático. No para que todos sean artistas, sino para que nadie sea esclavo". A mí me gusta parafrasearlo y agrego: Leer para ser libres además de artistas.

Creo que la idea del laberinto se filtró en este escrito y me fui o entré a otros lugares pero que son parte de lo mismo.

Ahora parece que el espacio físico del taller no alcanza y allá vamos… al infinito sitio virtual. Dejaremos que a la manera del libro de arena este blog no tenga ni principio ni fin

Pero antes de seguir poblando estos nuevos caminos los invito a disfrutar del original cuento que da título al taller.

EL LIBRO DE ARENA

Jorge Luis Borges

La línea consta de un número infinito de puntos; el plano, de un número infinito de líneas; el volumen, de un número infinito de planos; el hipervolúmen, de un número infinito de volúmenes... No, decididamente no es éste, more geométrico, el mejor modo de iniciar mi relato. Afirmar que es verídico es ahora una convención de todo relato fantástico; el mío, sin embargo, es verídico.

Yo vivo solo, en un cuarto piso de la calle Belgrano. Hará unos meses al atardecer, oí un golpe en la puerta. Abrí y entró un desconocido. Era un hombre alto, de rasgos desdibujados. Acaso mi miopía los vio así. Todo su aspecto era de pobreza decente. Estaba de gris y traía una valija gris en la mano. En seguida sentí que era extranjero. Al principio lo creí viejo; luego advertí que me había engañado su escaso pelo rubio, casi blanco, a la manera escandinava. En el curso de nuestra conversación que duraría una hora, supe que precedía de la Horcadas.

Le señalé una silla. El hombre tardó un rato en hablar. Exhalaba melancolía, como yo ahora.

- Vendo Biblias – me dijo –

No sin pedantería le contesté:

- En esta casa hay algunas Biblias inglesas, incluso la primera, la de John Wiclif. Tengo así mismo la de Cipriano de Valera, la de Lutero, que literariamente es la peor, y un ejemplar latino de la Vulgata. Como usted ve, no son precisamente Biblias lo que me falta.

Al cabo de un silencio me contestó:

- No solo vendo Biblias. Puedo mostrarle un libro sagrado que tal vez le interese. Lo adquirí en los confines de Bikanir.

Abrió la valija y lo dejó sobre la mesa. Era un volumen de octavo encuadernado en tela. Sin duda había pasado por muchas manos. Lo examiné; su inusitado peso me sorprendió. En el lomo decía Holy Writ y abajo Bombay.

- Será del siglo diecinueve – observé –

- No se. No lo he sabido nunca – fue la respuesta –

Lo abrí al azar. Los caracteres me eran extraños. Las páginas que me parecieron gastadas y de pobre tipografía estaban impresas a dos columnas a la manera de una Biblia. El texto era apretado y estaba ordenado en versículos. En el ángulo superior de las páginas había cifras arábigas. Me llamó la atención que la página par llevara el número (digamos) 40.514 y la impar, la siguiente 999. La volví; el dorso estaba numerado con ocho cifras. Llevaba una pequeña ilustración como es de uso en los diccionarios: un ancla dibujada a la pluma, como por la torpe mano de un niño.

Fue entonces que el desconocido me dijo:

- Mírela bien. Ya no la verá nunca más.

Había una amenaza en la afirmación, pero no en la voz.

Me fije en el lugar y cerré el volumen. Inmediatamente lo abrí. En vano busqué la figura del ancla, hoja tras hoja. Para ocultar mi desconcierto le dije:

- Se trata de una versión de la Escritura en alguna lengua indostánica, ¿no es verdad?

- No – me replicó –

Luego bajo la voz como para confiarme un secreto:

- Lo adquirí en un pueblo de la llanura, a cambio de unas rupias y de la Biblia. Su poseedor no sabía leer. Sospecho que en el Libro de los Libros vio un amuleto. Era de la casta mas baja; la gente no podía pisar su sombra, sin contaminación. Me dijo que su libro se llamaba el Libro de Arena, porque ni el libro ni la arena tienen ni principio ni fin.

Me pidió que buscara la primera hoja.

Apoye la mano izquierda sobre la portada y abrí con el dedo pulgar casi pegado al índice. Todo fue inútil: siempre se interponían varias hojas entre la portada y la mano era como si brotaran del libro.

- Ahora busque el final.

También fracasé; apenas logré balbucear con una voz que no era la mía:

- Esto no puede ser.

Siempre en voz baja el vendedor de Biblias me dijo:

- No puede ser, pero es. el número de páginas de este libro es exactamente infinito. Ninguna es la primera; ninguna, la última. No sé porque están numeradas de ese modo arbitrario. Acaso para dar a entender que los términos de una serie infinita admiten cualquier número.

Después, como si pensara en voz alta:

- Si el espacio es infinito estamos en cualquier punto del espacio. Si el tiempo es infinito estamos en cualquier punto del tiempo.

Sus consideraciones me irritaron. Le pregunté:

-¿Usted es religioso, sin duda?

-Si, soy prebisteriano. Mi conciencia está clara. Estoy seguro de no haber estafado al nativo cuando le di la Palabra del Señor a trueque de su libro diabólico.

Le aseguré que nada tenía que reprocharse, y le pregunté si estaba de paso por estas tierras. Me respondió que dentro de unos días pensaba regresar a su patria. Fue entonces cuando supe que era escocés, de las islas Orcadas. Le dije que a Escocia yo la quería personalmente por el amor de Stevensony de Hume.

- Y de Robbie Burns- corrigió.

Mientras hablábamos yo seguía explorando el libro infinito. Con falsa indiferencia le pregunté:

- ¿Usted se propone ofrecer este curioso espécimen al Museo Británico

- No .Se lo ofrezco a usted- me replicó, y fijó una suma elevada.

Le respondí, con toda verdad, que esa suma era inaccesible para mí y me quedé pensando. Al cabo de unos pocos minutos había urdido mi plan.

-Le proponga un canje_le dije_ Usted obtuvo este volumen por unas rupias y por la Escritura Sagrada; yo le ofrezco el monto de mi jubilación, que acabo de cobrar, y la Biblia de Wiclif en letra gótica. La heredé de mis padres

-A black letter Wiclif!- murmuró

Fui a mi dormitorio y le traje el dinero y el libro. Volvió las hojas y estudió la carátula con fervor de bibliófilo.

-Trato hecho-me dijo

Me asombró que no regateara. Solo después comprendería que había entrado en mi casa con la decisión de vender el libro. No contó los billetes y los guardó.

Hablamos de la india, de las Orcadas y de los jarls noruegos que la rigieron. Era de noche cuando el hombre se fue. No he vuelto a verlo ni se su nombre.

Pensé guardar el Libro de Arena en el hueco que había dejado el Wiclif, opté al fin por esconderlo detrás de unos volúmenes descabalados de las Mil y una Noches.

Me acosté y no dormí. A las tres o cuatro de la mañana prendí la luz. Busqué el libro imposible, y volví las hojas. En una de ellas vi grabada una máscara. El ángulo llevaba una cifra, ya no sé cual elevada a la novena potencia.

No mostré a nadie mi tesoro. A la dicha de poseerlo se agregó el temor de que lo robaran, después el recelo de que no fuera verdaderamente infinito. Esas dos inquietudes agravaron mi ya vieja misantropía. Me quedaban unos amigos; dejé de verlos. Prisionero del Libro, casi no me asomaba a la calle. Examiné con una lupa el gastado lomo y las tapas, y rechace la posibilidad de algún artificio. Comprobé que las pequeñas ilustraciones distaban dos mil páginas una de otra. Las fui anotando en una libreta alfabética, que no tardé en llenar. Nunca se repitieron. De noche, en los escasos intervalos que me concedía el insomnio, soñaba con el libro.

Declinaba el verano, y comprendí que el libro era monstruoso. De nada me sirvió considerar que no menos monstruoso era yo, que lo percibía con ojos y lo palpaba con diez dedos con uñas. Sentí que era un objeto de pesadilla, una cosa obscena que infamaba y corrompía la realidad.

Pensé en el fuego, pero temí que la combustión de un libro infinito fuera parejamente infinita y sofocara de humo al planeta.

Recordé haber leído que el mejor lugar para ocultar una hoja es el bosque. Antes de jubilarme trabajaba en la Biblioteca Nacional, que guardaba novecientos mil libros; se que a mano derecha del vestíbulo una escalera curva se hunde en el sótano, donde están los periódicos y los mapas. Aproveché un descuido de los empleados para perder el Libro de Arena en uno de los húmedos anaqueles. Traté de no fijarme a que altura ni a que distancia de la puerta.

Siento un poco de alivio, pero no quiero ni pasar por la calle México.

Páginas infinitas

Fue ayer que lo propuso, no sé cuando lo pensó.El taller debía tener su propio blog ,dijo ayer.A mi me gusta llamarla artista.Ella es Liliana escritoraescultoraartistaplástica , no sé en que orden.

Y todo lo hace muy bien , hasta esta idea de tener un blog propio del taller "El libro de arena"

Y me gustó tanto que aqui estoy como chico con juguete nuevo , desesperada por abrir la caja para ver como es.

Y este juguete será como ellos quieran .Ellos son l@s participantes del taller.Ellos irán cubriendo estos espacios virtuales con sus palabras mágicas , infinitas como el libro borgiano.

Y también nos permitirá a todos mostrar nuestras voces interiores, conectarnos con nuestros pares , otros talleres de escritura creativa o de narrativa como es el nuestro ,comunicar nuestras actividades y desparramar historias nuevas que desearán ser leídas.

Y con tantos Y ya mi discurso parece al de una niña pero tengo disculpas porque es la emoción de lo que nace, de la prisa por empezar, de la alegría