Nuevo Taller

Todo nuevo:Horarios , días y temática. Lugar:Corrientes 328. Local 4. Días Martes 18hs Sábado a las 10 y posiblemente el viernes a las 18 para ¡principiantes!. En los dos primeros el motivo o línea conductora de este año será Cortázar . Junto a él iremos transitando los secretos de la escritura. Espero vuestra presencia y estimaré muchísimo su divulgación. Comenzamos el martes 11 de marzo a las 18.































martes, 5 de julio de 2011

La cárcel de cuero verdoso


Subo con lentitud la escalera de granito, como tratando de no llegar. Debo ir. Los pies cargados con el plomo de la incertidumbre. La mañana empieza, sin ningún aderezo, desde los ruidos metálicos y un insistente olor a desinfectante que golpea mi nariz. Las enfermeras, enfundadas en chaquetas y pantalones blancos deambulan diligentes hacia las habitaciones dónde la luz roja se me aparece como una mancha de sangre. Todas llevan un barbijo blanquecino. Me imagino su aliento golpeando contra la tela gruesa, rebotando sobre sus bocas pintadas.

Sé que no puedo negarme al ritual de cada mes. Porque decir que no, es igual a no socorrerme impíamente. Mis manos se crispan sobre la bolsita de nylon. Palpo el rectángulo perfecto de la caja del medicamento.

Sigo las flechas por inercia. Conozco cada recoveco de esa travesía que hoy se pinta desconocida.

Prohibido permanecer el los pasillo. Prohibido Fumar y una cara antigua llevándose el dedo índice a la boca. Es necesario cumplir setecientos nueve requisitos para apoltronarse en ese sillón que te traga como un lobo feroz. Y sin embargo camino.

Eppour si mueve, me digo emulando a Galileo ante el Santo oficio.

Llego, después de andar cuatrocientas noventa y dos pisadas a la Sala. Me detengo frente a la puerta vidriada esperando nada y esperándolo todo. Dentro, el vaivén de las dos enfermeras de la sala indica que están apuradas.

Una de ellas, Celina, me reconoce. Me hace señas con la mano derecha con un gesto que presupongo me indica que entre.

Prohibido tener el celular prendido. Prohibido el paso a toda persona ajena al piso. Atención, sólo pacientes. Sala esterilizada.

Mi mano ya no es mía sino del pomo de la puerta que se abre y se ríe de mí. La libertad se terminó al traspasar el umbral invisible de la pertenencia. Si Celina. No Celina. Es cierto Celina. Celina me indica con el dedo índice el sillón que ocuparé. La asocio con el cuadro del pasillo, auque no son parecidas.

El sillón traga mi humanidad como una planta carnívora. Me dejo devorar por el cuero con vida. Celina vuelve, risueña- Por más que me esmero no puedo copiarla. Mis labios están rígidos como las manos sobre la bolsita. Celina la saca de mis dedos con destreza. Habrá recuperado tantas bolsitas. Celina.

Ya no soy yo, sino un brazo conectado a una botella de suero que enfría mi carne. El sillón se compadece de mí y me devuelve un calor tibio. Entonces trato de reconocer ese asiento amigo y enemigo. Sillón: asiento con respaldo, con apoyos laterales para los brazos comúnmente llamados con el mismo nombre: brazos.

Sillón: leer hasta la madrugada sólo acompañada del viento y una copa de vino. Sillón Amarse fundidos, enmarañados. Cuerpos que despiden adrenalina de deseo. Sillón. Sillón

—Sillón. —Celina está frente a mí. Creo haber pronunciada la palabra en voz alta.

—Estás cómoda— me pregunta con la misma sonrisa que parece bordada a mano en su cara.

Mientras el líquido ardiente invade mis venas, para distraerme, sólo para distraerme, comienzo a mover los ojos en una panorámica vista de la Sala. Observo el lugar como un turista asombrado ante la belleza de San Martín de los Andes, en Bariloche.

Es una sala pequeña, vestidos blancos sus paredes, con acentos de colores que rebosan de los cuadros, testigos

Una ventana da al exterior, Boulevard Oroño duerme a esta hora del día. Solo algunos perros pasean a sus dueños. Mi pupilas se pierden entre el verde amarillo de las copas de los árboles. Es otoño. Pudo ver algunos pajaritos que anidan en sus ramas.

Las hojas tiene el deslucido verde de los “sillones”. Verde el color de la espera, verde el color de la esperanza.

No sé cuanto tiempo pasó desde que dejé devorarme mansa y sin oponerme. No tengo reloj. Cuando voy a los sillones no llevo. Es ridículo pero de alguna manera el no llevarlo me funde en un presente sin horario.

Celina está agachada, en cuclillas de nuevo frente a mí. Me libera de esa cárcel líquida, Retira la aguja. No me sorprende mi cambio matérico. Me han crecieron dos alas de mariposa que me llevan volando atravesando la puerta vidriada, con marcos de roble., sabiendo que el próximo debo volver, o no.

Liliana Savoia

3 comentarios:

  1. Conmueve, deseo con toda el alma que las alas de mariposa la lleven volando a encontrarse con la vida en su total plenitud.

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  2. Mientras lo leía me parecía escuchar tu voz, con tu entonación y tu sensibilidad...Celebro poder compartir ese espacio del taller con vos.

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  3. ME LLENÓ DE EMOCIÓN TU RELATO, PERO TU FUERZA ES COMO EL ZONDA QUE TODO LO LLEVA PARA LIBERARTE DE UN MAL SUEÑO...TE QUIERO

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